
Revista Killkana Sociales
Vol. 9, No. 3 | septiembre-diciembre 2025 | ISSN: 2528-8008. ISSN Elect.: 2588-087X
https://doi.org/10.26871/killkanasocial.v9i3.1690
88-100
Carlos Manuel Nuñe Michuy, Katherine Cecibel Saltos Paredes, Erika Germania Herrera Irazábal, Jacqueline Isabel Cabezas Cerna
apoyó a Neptalí Bonifaz a través de la Compactación Obrera Nacional en 1931 (El
Comercio, 1931, 16 septiembre; Quintero, 1997, p. 260). En 1932 presentó a Manuel
Sotomayor Luna, que alcanzó el segundo lugar, y en 1933, sin candidato propio,
varios conservadores respaldaron a José María Velasco Ibarra (El Comercio, 1932,
6 octubre; Ayala, 1989, p. 135). El Conservador se convirtió así en un partido que
denunciaba fraudes y mantenía presencia parcial, pero sin recuperar el poder.
El Partido Liberal Radical, fundado en 1896 por Eloy Alfaro, mantuvo peso polí-
tico tras su muerte en 1912, aunque marcado por divisiones internas (Cárdenas,
1994, p. 247). Durante la transición de 1931-1933, estas fracturas se profundizaron:
presentó candidaturas múltiples, intentó alianzas fallidas con los socialistas y ca-
reció de cohesión. En 1931 postuló a Cesáreo Carrera y Modesto Larrea Jijón (El
Comercio, 1931, 17 septiembre), y en 1932 triunfó con Juan de Dios Martínez Mera
gracias al respaldo gubernamental (El Comercio, 1931, 20 octubre; Ayala, 1989, p.
135). No obstante, en 1933, las pugnas internas dispersaron apoyos hacia socialis-
tas y hacia Velasco Ibarra, debilitando aún más su legitimidad entre los sectores
populares (Cueva, 1997, p. 34-38). Así, el liberalismo sobrevivió como fuerza influ-
yente, pero corroído por sus fracturas.
El Partido Socialista, creado en 1926 bajo inspiración marxista, emergió como al-
ternativa frente al liberalismo y al conservadurismo. Su base integró intelectuales,
trabajadores artesanales, militares y sectores medios urbanos (Rodas, 2006, p.
29). Aunque en 1931 y 1932 careció de candidatos propios, apoyó indirectamente
a Ildefonso Mendoza y Pablo Haníbal Vela, este último en tercer lugar en 1932
(Ayala, 1989, p. 135). En 1933 lanzó por primera vez un candidato propio, Carlos
Zambrano Orellana, quien alcanzó el segundo lugar, demostrando la capacidad
del socialismo para articular agendas obreras y sindicales más allá del binarismo
liberal-conservador. Su avance mostró cómo las fuerzas de izquierda empezaban
a disputar con mayor fuerza el espacio electoral, aunque aún con limitaciones
organizativas.
El Partido Comunista surgió en 1931 tras una escisión socialista y se vinculó a la
Internacional Comunista, aunque su origen se remontaba a la Federación Juvenil
Comunista de 1929 (Spenser, 2015, p. 133-157). Reconocido legalmente en 1933,
tuvo implantación limitada y un desempeño electoral reducido (Moncada, 1994,
p. 83). Su primera participación fue ese año con Ricardo Paredes, quien quedó
en cuarto lugar (Rodas, 2010; Ayala, 1989, p. 135). El comunismo, aunque marginal
en esta etapa, estuvo marcado por su reciente fundación, el débil arraigo social y
la propaganda anticomunista (El Comercio, 1931, 6 septiembre). No obstante, su
irrupción representó el inicio de una corriente política que, aunque minoritaria,
introdujo tensiones adicionales al sistema electoral y a la hegemonía de las élites
tradicionales.