Revista Killkana Sociales Vol. 6, No. 3, septiembre-diciembre, 2022
8 Freddy Santos y col.
materiales, económicas, sociales y espirituales de las personas. En ello radica una verdadera
democratización de la comunicación.
Por otro lado, Martín- Barbero (1990) arma que “en la comunicación se juega de manera
decisiva la suerte de lo público, la supervivencia de la sociedad civil y de la democracia” (pág.1).
En los años 90 Martín Barbero describe el papel de la comunicación como motor impulsor de
la renovación industrial y de las transformaciones sociales en los ámbitos de la sociedad. Este
autor se atiende a las implicaciones negativas que trae aparejado este desarrollo. Al respecto
expresa: “(…) la comunicación es también hoy sinónimo de lo que nos manipula y nos engaña,
de lo que nos desgura políticamente como país y de lo que nos destruye culturalmente como
pueblo (Martín-Barbero, 1990, pág. 2).
En este sentido es posible advertir entonces el componente político de la comunicación
que implica no sólo una relación con lo político, sino con el concepto de lo público en el sentido
del interés general y colectivo que les asiste. La comunicación, por naturaleza, tiene una
función que le es propia: lo político, que es público (Botero, 2006).
El desarrollo teórico asociado a la comunicación, como se había mencionado
anteriormente, identica dos tendencias que explican su esencialidad desde uno u otro
punto de partida: una que comprende a la trasmisión como el elemento esencial del proceso
y otra que centra su mirada en los procesos de signicación (Vidal, 2008). Ambos enfoques
generales con una abundante trayectoria teórica.
El paradigma transmisivo se sustenta en la creencia de que unos (generalmente por
su poder o riqueza) son “dueños” de los conocimientos y valoraciones válidas y que otros
(generalmente la mayoría sin poder y sin riquezas) necesitan recibir desde los primeros esas
verdades, conocimientos, valoraciones (Vidal, 2008). Básicamente se trata del paradigma
desarrollado fundamentalmente a partir del auge de los medios de comunicación y se
encuentran asociado a este la psicología conductista como paradigma teórico dominante y
devienen teorías como la teoría hipodérmica, la teoría de los usos y graticaciones.
La perspectiva de este paradigma enfatiza en una visión instrumental y positivista de
la comunicación desde su teorización y práctica, en la medida en que se aprecia como una
herramienta para llevar a cabo un n u objetivo determinado.
Se reduce la comunicación al concepto de transmisión de mensajes, es decir, al
concepto de información (dar forma) y al esquema de transmitir señales, mediante un código
común entre emisor y receptor (Botero, 2006, Servaes, 2000)
Coincidimos con Vidal (2008) en que “esta visión de la comunicación ha predominado
porque resulta más funcional a los intereses y modelos políticos imperantes, en función de
restar valor a los conocimientos y culturas populares y minoritarias” (p.218). En ello radica
el supuesto de que la comunicación no es una cuestión técnica que debe verse aislada de la
estructura económica, política y cultural de la sociedad. “Es un asunto político (…) determinado
por esa estructura y, a su turno, contribuyente a la perpetuación de ella. Por tanto, la búsqueda
de una salida de tal situación se dirige al cambio de la comunicación vertical/antidemocrática
hacia la comunicación horizontal/democrática” (Beltrán, 1981, pág. 16).
Por su parte, el paradigma centrado en la signicación parte de la idea de que mediante
la comunicación se ponen en común los sentimientos, creencias, conocimientos, intereses,
etc., de las personas. De esta forma, cada mensaje emitido es una propuesta de interpretación
de la realidad, que es reinterpretado por el que recibe el mensaje (Vidal, 2008). Este paradigma
resulta el menos atendido desde la práctica investigativa; sin embargo, en él encontramos